viernes, 22 de marzo de 2013

Primera lección

Quiero dejar claras un par de cosas sobre mí y sobre el alzheimer: no soy un niño, ni soy idiota. Ni mucho menos, un niño idiota. Soy un adulto. un hombre adulto. Sé que a veces se me olvidan algunas cosas, y que puedo hacer cosas extrañas, y que cada vez me cuesta más aprender cosas nuevas. Y sé que cualquier día, más pronto o más tarde, olvidaré cómo abrocharme los botones de la camisa. O puede que incluso hasta comer. Pero eso no va a cambiar porque alguien me diga "¿Qué tal estás, bonito?", "Tienes que beberte todo el vasito de agua"...
Pura dulzura. Al menos por fuera...
Y otra cosa: tampoco estoy sordo. Algunos tienen los dos problemas, no digo yo que no, que los años no perdonan; pero ¡no se puede generalizar, hombre!, que yo, gracias a Dios, oigo muy bien, y no voy a entender mejor una larga explicación sólo porque me lo estén diciendo a voces. Te chillan como si les fuera la vida en ello. Con las mismas palabras, que sigues sin entender, eso sí. Luego vienen los problemas cuando nos enfadamos, que si somos agresivos, que si somos maleducados...¿usted no se enfadaría si un tipo le gritara a tres centímetros de la cara?.

Pues eso...menos gritos, Milagritos!

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